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miércoles, febrero 22, 2023

Opiniones sobre el arte de viajar

"The Wanderer above the Mists" c.1817; Caspar D. Frederich

De la intacta mirada y otras vicisitudes viajeras.

Todavía recuerdo mi primer viaje, y aunque pertenece a ese mundo de brumosa memoria infantil, es aún revelador para mí. Mis padres solían decirme, cuando no me querían merodeando a su alrededor, que le pidiera a tal o cual persona un “Tenemeacá”, mítico y esquivo juguete que aún hace a los niños ir a otro lugar inmediatamente, sin saber qué es en realidad... Yo imaginaba un Tenemeacá como una especie de autómata muy antiguo, aunque mis pequeños amigos pensaban diferente... Era todo un misterio.

En aquella ocasión le pregunté a mi abuelo si él acaso tenía uno de esos aparatos en su biblioteca, tenebroso lugar al fondo de un largo y obscuro pasillo. Su respuesta fue simple: “averígualo”. Así es que, después de un buen rato de indecisión (vaya, no era cualquier cosa, ese pasillo realmente imponía), me armé de corazón y caminé con paso lento en la oscuridad, pero, justo al llegar al umbral de la biblioteca, la verdad me cayó encima como la loza... ¡Los Tenemeacás no existen! Con todo lo que eso implicaba, el hecho me dejó impactado. (Aún hoy escribo: “Expedición Tenemeacá, en busca de un dicho o la explicable pérdida de la inocencia”). Lo más interesante de todo fue que la satisfacción que sentí al descubrir que esa verdad de mayores era comparada con la de haber recorrido aquel sombrío pasillo. Fue un instante que viví intensamente, y esto, en mi opinión, es la esencia de un verdadero viaje.

Automaton from The Invention of Hugo Cabret
Quiero explicarme. Fue sorpresa, descubrimiento, asombro y pensamiento. Fue conocimiento. Fue la mirada de un niño que a cada paso desenvuelve el misterio del mundo al recorrerlo. Yo le llamo “La mirada intacta”. Lamentablemente, si hay algo que caracteriza a nuestra época es el apresuramiento. Y aún peor, el desespero. Y quizás lo peor de todo: la pérdida de la maravilla. 

Queremos siempre llegar a algún lado; no sabemos a dónde con claridad, pero entre más rápido mejor. Siempre andamos tras el Tenemeacá. Como resultado, perdimos el lujo del tiempo. Tiempo para observar a nuestro alrededor. Tiempo para aquilatar y valorar. Tiempo para sorprenderse. Eso mismo es un viaje. ¿Y que es la vida si no un viaje?

GQ Magazine
Viajar significa estar siempre de ida; el buen viajero siempre cree en la pureza del tiempo. De sus propios tiempos. De lo que tenga que tardar. No es necesario viajar muy lejos o de practicar turismo gregario, sino de conocer y descubrir. Aún en nuestra propia ciudad. Descubrir la luz en un museo solitario de sobria elegancia; la melancolía de una derruida estatua de cementerio o el fuego en el cielo de una noche de celebración. La mirada virgen a veces descubre el sueño de la vida en un atardecer. Y solo un atardecer justifica un viaje. Casi todo justifica un viaje. Yo he preferido viajar solo, quizás por que el silencio justifica las ideas, el pensamiento. Pero aún así, la música justifica el silencio y esta a su vez una buena conversación; y una buena charla justifica un viaje, razón poderosa para compartir un instante pleno. Y así la memoria de un viajero es una casona con salones llenos de instantes plenos. Olores, vistas, sonidos y tactos de un mundo otro, distinto del nuestro; lo que nos hace verdaderamente humanos sensatos al fin, el despertar a nuestras diferencias.

Sabores... Recuerdo un viaje a Cacaxtla, Tlaxcala; un impresionante lugar de coloridos murales prehispánicos. Me daba por satisfecho. Pero en la salida de la zona arqueológica había un montón de puestos de comida y un amigo y yo disfrutamos de los más deliciosos tacos de flor de calabaza, con queso y carne, en tortilla verde - es decir, los “especiales” - cocinados en una estufa que había visto peores días como barril de petróleo. Hicimos el viaje de hora y media desde Puebla solo por esos tacos en varias ocasiones más.

Cholula, Puebla, México. (Foto: Contraparte.mx)
O ese recuerdo maravilloso que guardo de aquella mía petite amie française de dulce memoria, Silvie, cuando hicimos un picnic improvisado – bueno, no tanto - en el atrio de una hermosa iglesia barroca colonial en Cholula, Puebla. Nos comimos unas perfectas semitas de milanesa con quesillo del “Gordo” - un tipo que sabía su negocio - acompañado con un petite sirah del Valle de Guadalupe (un maridaje que cada vez que puedo, recomiendo). Ese atardecer frío fue un instante inolvidable... O aquella vez que, con un frío de cero grados centígrados, me comí una torta toluqueña de “La Vaquita Negra” en el zócalo de Toluca, después de una tarde de adorables museillos escondidos, que pues sí, me supo a gloria... O esa enorme Bisteca Fiorentina con Chianti Classico en el Boccadama, en la plaza de Santa Croce en Florencia, con mi hermano... Y así, abundantes memorias más, cientos por sentido, pueblan mis personalísimos salones de recuerdos hechos de sustancia de hacer vida.

¿Y hay algo mejor que vivir nuestras pasiones? Nos ha tocado un tiempo turbulento, de rumbos inciertos, pero no diferente a otros tiempos. Siempre nos queda, sin embargo, el añejo sabor de un gran viaje que nunca hicimos y el dulce aroma de los que ya acabaron. Viajar es un arte en tanto que es una característica humana el fortalecerse y adquirir. Si nos quedamos estáticos, morimos. Viajar abre literalmente nuestros horizontes y un buen viaje purifica nuestros pensamientos. Esto, claro, implica sentir con la mirada intacta, siempre presta al asombro. Y hacer tiempo para vivir, para ejercer nuestro individualismo. Después de todo, nunca se sabe a la vuelta de que esquina se nos revelará el sueño de la vida, el instante pleno...

Xavier H. Castañeda
©

Pintura: The Wanderer above the Mists,
por Caspar David FRIEDRICH
1817-18
Oil on canvas, 94,8 x 74,8 cm
Kunsthalle, Hamburg
http://www.wga.hu/index1.html

sábado, junio 06, 2020

Las Meninas o La Familia de Felipe IV

Jeremy Irons frente a Las Meninas. Foto: Agustín Escamez
Del por qué Las Meninas me son una graciosa experiencia estética los domingos por la mañana.

De todas las cosas de las que guardo caro recuerdo desde mi niñez y tal vez de las memorias más agradables de las que pueda dar cuenta, es esa, casi una institución para mi familia, de desayunar los domingos en casa de mis padres. En sí, el desayuno no es algo excepcional: hot cakes con tocino crujiente, mantequilla, mermelada de fresa o miel, leche, jugo de naranja y café. Nada más simple, aunque sus componentes se han refinado a lo largo de los años hasta la perfección. Al día de hoy, no he podido imitar el grado de cocción exacto que requieren los dos paquetes de tocino ahumado (dos, que no tres, por decreto materno); ni sé hacer los hot cakes como los hacen mi mamá o mi hermana. Me pregunto si tenga que ver el hecho de que sean dermatóloga y psicóloga respectivamente. Eso aducen, pero no lo creo. En fin.

A más de todo, esa institución de domingo, en la cual mi hijo ya participaba desde muy pequeño en la forma de comerse mi tocino, tiene algo de forjadura de carácter que solo he podido explicar hasta hoy. Desde aquellos años de otrora, en esos desayunos se escucha música clásica y se parla de arte, literatura, teatro y, bueno, de medicina.


Tal y como las madeleines de Proust, algo extraño para mi sucedería aquella mañana fría de domingo en Madrid. Cuando caminaba ante innumerables obras maestras en el Museo del Prado, entré, sin percatarme del todo, a una enorme sala oval rematada en una cúpula de muy grandes dimensiones; recuerdo haber estado pensando en la cuantía de la gente presente y de su pequeñez ante la grandeza del lugar que se me ofrecía a la vista. De repente, en un extremo de tal sala, pude ver por primera vez “La Familia de Felipe IV”, mucho mejor conocida como “Las Meninas” de Velázquez. Y es que, de entre aquellas conversaciones de domingo con papá, mezcladas con los cantos gregorianos, Wagner y Macbeth; el Entierro del Señor de Orgaz de El Greco y las Majas de Goya, siempre estuvieron Las Meninas. Me encontraba ante el enorme cuadro de 3 x 3 metros, curiosamente sin mucha gente a mí alrededor… y en ese instante y sin poder evitarlo las lágrimas cubrieron mis ojos. Recuerdo pensar “Vamos, ya estás viejo para estas cosas”, pero ni así pude dejar de llorar. Las Meninas significaban para mí mucho más que una obra mayor del arte español, tal vez la más importante de Don Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (Sevilla,1599 - Madrid, 1660), pintor de la corte de Felipe IV, pintada ni más ni menos que en 1656. Tratando de razonar sobre mi reacción, deduje que efectivamente una obra de arte conmueve las fibras más sensibles de una persona (pero ¡por Dios! venía de ver hermosas obras de Rafael, Tiziano, el Greco y Rubens…).

No, la experiencia estética era tal que solo quedaba la explicación más simple: dicha experiencias estéticas impactan enteramente nuestra persona, es decir, uno que la experimenta conoce de forma simultánea dos cosas distintas: el objeto que observa y le conmueve, y su propia naturaleza; Las Meninas de Velázquez entonces eran y son parte de la sustancia que ha forjado el hombre que soy hoy; son en realidad tan parte de mi como lo son los desayunos de domingo... que más simple y a la vez increíble.


Así, de esas memorias de domingo por la mañana, recordaba claramente las explicaciones de mi papá del porqué lo interesantísimo de la obra y de las teorías sobre lo que representaba. Sobre todo algo que contaba de que al estar restaurando y limpiando la obra, los expertos se dieron cuenta que Diego Velázquez había pintado el polvo… Se sabe que trabajaba como pintor de la corte, en la cual gozaba de amplia confianza, utilizando como taller los aposentos del fallecido principito Baltasar Carlos, sucedida diez años antes de la fecha del cuadro, en el antiguo Alcázar de Madrid.

En nuestra pintura parece representarse una escena por entero familiar. Pero, ¿qué vemos? preguntaba mi papá. Primero notamos que Velázquez se retrata a si mismo en el acto de pintar ante un gran lienzo, tal vez el mismo que observamos; a su lado vemos a la Infanta Margarita de Austria, protagonista del cuadro, mientras está siendo atendida por dos de sus Damas de Honor, o Meninas (del portugués paje, en femenino). En primera instancia, uno pensaría que la Infanta ha venido a ver al pintor trabajar sobre un retrato de sus padres, el Rey Felipe IV y Doña Mariana de Austria, los cuales se reflejan en un espejo del fondo de la estancia. Pero de inmediato uno nota algo extraño en las actitudes de los presentes. ¿Se comportarían con tanta, digamos, relajación de formas, ante el mismísimo Rey? No lo creo así. Más interesante es pensar que nadie se imagina la visita real y que lo que se ve en el cuadro es lo primero que ven los reyes al entrar a la habitación. (Vaya, Nicolasito, un pajecillo que llegó a ser ayuda de cámara de la corte, está amablemente jorobando al mastín que tiene ante si, y sí, parece que hacía un instante la Infanta lo observaba…) A una de las Meninas se le ve reaccionar y comienza a hacer una reverencia; no así la otra que todavía ofrece agua a la princesita. Los personajes de atrás de ellos tampoco parecen haberse dado cuenta de que los reyes están ahí. La Infanta sí, desde luego, ya que mira al frente, aunque su cabeza permanece en otra dirección. La obra técnicamente es perfecta y está ampliamente documentada. Constituye una de las obras maestras de arte español de todos los tiempos y sobre ella hay muchas teorías como la que acabo de ofrecer.

Las Meninas Reborn in the Night, por Morimura Yasumasa
Entonces, ¿qué vemos? Vemos un instante acontecido hace más de 350 años. Y nosotros, ¿quienes somos? Nosotros somos los reyes visitando a Velázquez en su taller en 1656; estamos ahí, dentro del cuadro... El genio del maestro sobrepasaba los límites de lo puramente artístico y se adentraba en lo psicológico. Algo extraordinario.

Hoy, una preciosa y bien hecha reproducción cuelga en casa de mis padres. Y sin quererlo, al observarla, estos domingos de hoy día me recuerdan esa mañana de domingo en Madrid, en el Museo del Prado. Y mi papá ya ha tocado las campanas que anuncian el desayuno…




Para saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Diego_Rodríguez_de_Silva_y_Velázquez
Museo Nacional del Prado: http://www.museoprado.es/

miércoles, junio 12, 2019

The Orient Express... 'A Journey of a Lifetime'

No other train in the world evokes romance as the Orient Express does. This glamorous journey is a delicious remembrance of a bygone era, an era of luxury and style. It is truly 'a journey like no other'.

Enjoy this assortment of videos dedicated to the most iconic train in history: a beautiful romantic video by Kalle Gustafsson, a documentary on the legendary train with actor David Suchet (and his alter ego, Agatha Chrsitie's  Belgian detective Hercule Poirot) on the the Venice Simplon Orient Express, a couple of movie trailers of the most recent movie of the most-famous novel Murder on the Orient-Express (again by Agatha Christie) by celebrated actor and director Kenneth Branagh and lastly, a French visite privée to L'Orient-Express... "It's not arriving, it's how you get there." 








En savoir plus:

VENICE - SIMPLON - ORIENT EXPRESS

YouTube VIDEOS

ORIENT - EXPRESS

jueves, octubre 27, 2016

De una Belleza Extraordinaria



Sobre el Sindrome de Stendhal y la hermosa discreción de la elegancia.

Aquella tarde fría, nuestro viajadísimo y buen amigo Manuel había prometido llevarnos a comer a un lugar realmente especial, de “Venecia Profunda” habían sido sus palabras. Sabiendo que el carácter ibérico de Manuel no le traicionaría y que en asuntos gastronómicos no se andaba con rodeos, mi hermano y yo esperamos con paciencia la hora de comer.

Habíamos quedado en vernos en una esquina de la Piazza San Marco, donde en aquellos momentos se llevaban a cabo los preparativos para el ya próximo Carnevale, lo cual animaba a ciudad con extravagancias de mascaras y características vestimentas carnavalescas. Ya cansados después de una intensa mañana de Accademia, Palazzo Ducale y Basílica de San Marcos, y de la búsqueda de un tapiz por parte de Pablo y de una navaja 'Marinera di Venezia' por mi parte, ambos sonreímos cuando nuestro amigo nos hizo señas para que nos acercáramos a uno de los pasajes de aquella plaza. Así, en procesión, comenzamos a andar en lenta travesía a las entrañas de Venecia. De a poco empezamos a perder el bullicio turistero y su trajín de tiendas de lujo para adentrarnos en la verdadera ciudad, en si misma evocadora de misterio y de por demás románticas ilusiones; no era posible dejar de escuchar las historias susurradas por las antiguas paredes de aquellas estrechas callejuelas y a cada paso parecíamos ser transportados a otro lugar, en otro tiempo; mi mente viajando irremediablemente hacia el 'Andrea Delfin' de Paul Heyse, todo misterio y tragedia en la Venecia de 1762, y a aquellas aventuras del bastante culto e inteligente incomprendido Giacomo Casanova con su bellisimas monjas C-- C-- y M-- M-- y otras tantas aventuras más en La Serenissima del siglo XVIII. Tras unos buenos minutos de andanzas históricas, llegamos a un pequeño restaurante con todo el encanto de la familia italiana, la 'Trattoria Chinellato', en el antiguo 22 de no recuerdo que calle, en donde numerosos lugareños disfrutaban de los placeres de la mesa.

Adentro el ambiente era más cálido y todos, nosotros y varios compañeros de viaje casuales que se nos habían unido durante el día, nos acomodamos al fondo de la pequeña estancia, una de las dos que conformaban el lugar. Sobra decir que fuimos recibidos muy amablemente por la dueña del lugar, amiga de Manuel, y por su hija, ambas italianas de las que se puede leer en libros de antiguas tradiciones, de formas plenas y amigables, y sí, gritonas y animosas. La comida, excelsa, constituida por un 'antipasti de risotto di calamari', lenguado empanizado y gelatto  –todo de inspiración marinera, como aconseja la tradición- y ya con un muy italiano limoncello helado en las manos, había transcurrido plácida y de compañía amigable.

Sin embargo, la conversación de sobremesa había girado hacia el tema de la belleza, tal vez a causa del la sobredosis artística que se sufre comúnmente en Italia, o tal vez a causa del marinamiento causado por aquel spumante Asti Fiorentino bebido durante nuestra obligada 'gondolatta con musicanti' de esa mañana y/o del bianco Bordolino Classico que había acompañado la comida. De esta manera, la conversación había transcurrido de Florencia al Musei Vaticani, y desde la Toscana al Museo Peggy Guggenheim, pasando por el Síndrome de Stendhal – ritmo cardíaco acelerado, confusión y vértigo y hasta alucinaciones cuando se es expuesto a una dosis excesiva de belleza, arte, pinturas y otras obras maestras - y bueno, que al fin al cabo hablar de belleza en Italia es algo muy natural, y hombres todos como éramos en aquella mesa, se comenzó a hablar de mujeres.

Más tarde y ya en francas disertaciones nacionalistas, es decir, todos queriendo reclamar el galardón y ante un panel internacional constituido por un español, un italiano, dos chilenos, dos brasileños, dos mexicanos y la siempre presente dueña veneciana – y de su hija-, la pregunta saltó a mi, caliente como una bella vasija de barro acabada de salir del horno:

¿Y de donde crees tú que son las mujeres más hermosas de este planeta? -


La pregunta me sorprendió por un instante porque justo en ese momento estaba pensando en comprar un libro de 'Historia de la Belleza' de Umberto Eco que no hacia mucho había visto en una librería, además de que me pareció que todos habían callado en el lugar para escuchar mi respuesta.
- ¿De este planeta solamente?- bromee. – Mmmh…- ganaba tiempo. Se precisaba de ingenio y de diplomacia para evitar -el inevitable- faux-pas
- Tal vez mis preferencias- contestaba - en cuanto a chicas se refiere, pertenecen más al ámbito literario que al geográfico. Claro que en México, como en todos lados, existen mujeres bellísimas, donde las haya. – lancé.
- Eso es interesante- comentó Manuel -¿Literarias en el sentido de evocación imaginaria? Porque si es así, querido amigo, ¡esas mujeres no existen!- Todos reímos.
- Lo sé, lo sé... Literaria en el sentido de lo que una mujer puede llegar a causar en la mente masculina, o en su caso, en lo que puede llegar a disparar en su imaginario, hay que recordar que 'Beauty is in the eye of the beholder', además de que en el mundo paralelo de la literatura abundan mucho más las descripciones de personalidad que descripciones físicas, que como todos sabemos, hace falta ver. -
-Entonces, ¿que mujeres literarias te atraen? ¿La Lotte de Goethe quizás? ¿La Natasha Rostova de Tolstoi? ¿La Clawdia Chaucat de Thomas Mann?- Sonrió, por la intención que dejaba entrever al mencionar a esos complejos personajes femeninos, imaginé, con todos sus atributos, taras y máculas, aunque hijas de la pluma de señores.
-Bueno- contesté- Son tantas... Aunque me vienen a la mente algunas descripciones femeninas de Agatha Christie que estuve tentado a enmarcar por evocadoras, como antes mencioné. – Sonreí también, por que ahora lanzaba que las mujeres de Christie eran hijas de una mujer, menos famosas, claro está, pero igual de singulares y ciertamente encantadoras.
- ¿Cómo cuales? – alguien preguntó. Tuve que hacer un esfuerzo para recordar exactamente de quién hablaba, pero al final pude articular:

(En aquel momento efectivamente mencioné las siguientes citas, querido lector, aunque no recuerdo con que precisión; aquí transcribo las originales, ya que escribir mi propio blog me otorga esta licencia de recursos, y de espacio...)

- Recuerdo quizás a aquella Adela Fortescue la cual, Christie escribía, “era todo un ejemplar de la especie; una soberbia figura, Adela era atractiva por dentro y por fuera, con un encanto que decía simplemente a cada hombre: “Aquí estoy. Soy una mujer”. Respiraba femineidad por todos sus poros…” O también aquella Valerie Sinclair, cuya “palabra, su gesto constituían un poema. De ella se desprendía un aura romántica. Vestía una prenda muy casera, una bata de franela encarnada que le llegaba a los pies, pero el encanto de su personalidad dábale un sabor exótico y semejaba una vestidura oriental de encendido color…”- el silencio se generalizó, aunque todos asentían con la cabeza. Como no hubo comentarios, continué:
- O ese pasaje sobre Virginie, que hace la misma autora: “Como en un sueño, Eduardo le abrió la portezuela del auto y ella se sentó a su lado. Sus cabellos rozaron su mejilla y un aroma delicioso, como el de las violetas después de la lluvia, embriagó sus sentidos. Una mujer que embriagaba por su belleza… ¡Entonces era cierto que existían!”. - Es decir, no se trata de lo bello de su rostro, o de las formas de su cuerpo. Más bien algo, una belleza interior que cautiva sin darnos cuenta; que nos causa una respuesta puramente emocional. Como decir que la belleza habla el lenguaje del alma. Un poco como aquel síndrome de Stendhal que comentábamos- Acoté.

La mesa permaneció callada por un instante más, hasta que alguien comentó:
- Llama la atención, el que la belleza está en aquel que la observa, pero a la vez te habla en otro plano, a un nivel distinto que el puramente físico.-
- ¡Por supuesto! – dije, mientras daba otro sorbo a un grappa exquisito, servido un instante atrás.
- Pero quizás mencionas mujeres muy sofisticadas, al estilo de Agatha Christie y su nobleza británica.-
- Tal vez, pero no en el sentido de lo que se entiende hoy como sofisticado, que generalmente se piensa que tiene relación con el dinero. Es más una sofisticación de otro orden; son las maneras, la femineidad, la inteligencia, el conocimiento, el lenguaje con el que se expresa. Es el estar frente a una mujer centrada y culta. Es el tipo de belleza que un alma emite desde el interior y que la belleza externa no alcanza a contener. Y lo mismo sucede con la fealdad; una mujer fea por dentro es horrible aunque sea muy bella. No es una máscara, la mujer realmente hermosa no desea pasar por fuerte, por que ya lo es, ella lo sabe y no es necesario ser dura a cada instante; lo suyo es fortaleza, es seguridad.  Si buscara una palabra para describir al tipo de belleza a la que me refiero, tal vez diría que me gustan las mujeres que son elegantes, más que sofisticadas.  La sofisticación es apenas un barniz, una consecuencia natural de los múltiples estratos de un espíritu elevado.  Esa elegancia de espíritu es hermosa y discreta, pero se expresa con fuerza, a la manera de la elegancia del 'sfumato' de los maestros del Cinquecento. Es algo que no está a la vista, pero que de manera inconsciente sabes que se encuentra ahí.-

Mis palabras quedaron suspendidas en el aire, y los que asistíamos a la mesa nos mirábamos pensativos. Se escuchaba por ratos únicamente el ruido de platos y el murmullo de las conversaciones de otras mesas. Continué.

- Recuerdo mucho algo que leí cuando muy joven, absolutamente intemporal y que marcó en cierto sentido mi gusto por las mujeres, y la razón por la que ahora pienso esto. Lo escribió Rene Sully Prudhomme, primer premio Nobel, quien en 1868 decía: (licencia de blog de por medio, recuerde, querido lector..) “Es una mujer elegante. No me refiero únicamente a esa elegancia de segundo orden que, en la mujer, no es más que el instinto del atavío que le sienta bien. ¿Qué mujer no posee en cierto grado el afán y el don de componerse según su tipo? Me refiero a una elegancia más elevada, la que sabe acoplar las maneras a la finura y a la elevación de la inteligencia y de la cultura más que a la elegancia del vestido y del cuerpo; esto último le es dado por añadidura. La naturalidad es señal de superioridad, lo mismo que la suficiencia presuntuosa es marca de mediocridad. Ahora bien, para que esta naturalidad se haga agradable, tiene que ser simpática, sencilla. La elegancia es fácil, pues no es otra cosa que el gesto de un espíritu escogido. No puede aprenderse, es espontánea y, sin embargo, se da cuenta de si misma, en lo cual se asemeja al buen gusto. El rebuscamiento aun puede ser elegante, pero la elegancia termina donde empieza la afectación. ¡Que bien se aprecian en la mujer esos matices, sutiles en apariencia! En la mujer a quien me refiero, me parece encontrar la elegancia pura, que es la mitad de su belleza. Su atavío está cargado de intenciones y desprovisto de pretensión; sabe perfectamente que lo importante no está en distinguirse por algún detalle de su porte, sino en ser distinguida, y que, sin dejar de ser ella, es preciso no parecerse a ninguna otra; porque todo se encuentra dentro de nosotros, y por consiguiente, todo debe armonizar en nuestro aspecto exterior. La elegancia en las cosas pequeñas reside sencillamente en la gracia; y, en las grandes, en la dignidad; en unas y otras debe ser ingenio. Esta cualidad ejerce sobre mí una seducción extraordinaria. ¡Como me gustaría hacer un verso que se pareciese a ella!”. 

Guardé silencio, sopesando las palabras de Prudhomme y su efecto en los comensales, y en mi propia sensibilidad. Hablé.
- En ningún momento menciona la hermosura física de la mujer en cuestión, solo que "su elegancia es la mitad de su belleza", solo su gracia, su gesto, su ser, y en ese sentido, a mi me gustan las mujeres elegantes, a la manera de Sully Prudhomme, en 1868.

- ¿Entonces? - Dijo el italiano - Tu mujer elegante, como dices, es un ideal absolutamente romántico y diría que inalcanzable.

- No lo creo así -, dije. - Mujeres así las hay en todas partes.
- ¿Crees que no es difícil hallar una mujer así hoy día?- preguntó a todos uno de los chilenos, despertando comentarios generales.
- Mira, mi opinión es esta. A las mujeres así no hay que buscarlas, ellas gravitan hacía ti, siempre y cuando tú estés a la altura. Más bien, que tu espíritu lo esté; que el tuyo sea un espíritu de carácter y ambiciones renacentistas, un espíritu distinguido que arrope el suyo y en el que ella encuentre una fortaleza segura donde habitar y recorrer siempre nuevos pasillos y habitaciones.  ¡Y en esa fortaleza se sentirá su presencia! Las almas solo pueden hablar con otras almas que hablen su idioma, en un mismo plano. Si no, están enjauladas, oprimidas. Y huyen.

La mesa, una vez más, permaneció en silencio. Parecía que lo dicho eran palabras definitivas y definían el tema, y lo agotaban. Mi hermano, con el inteligente timing que le caracteriza, salvó el impasse proponiendo un brindis: - ¡Por las mujeres elegantes, a la manera de Prudhomme! – Todos alzaron su copa y repitieron: - ¡Por las mujeres elegantes! – Nos despedimos un poco reflexivos. Sin duda el tema de la belleza no era cosa sencilla, y el de reconocerla y verla a los ojos y retenerla a tu lado, menos. Pero para nosotros, mi hermano y yo, otras bellas cosas nos esperaban en Roma, al otro día.


Más tarde, ya en el vaporetto de regreso a Mestre, donde nos hospedábamos, observé con inmenso placer la puesta del sol al caer tras la silueta del la iglesia de Santa María della Salute, en contraste con las verdes aguas de la laguna Veneta, una visión en verdad de una belleza extraordinaria…
     –¿Sabes con qué atardeceres sueñan los amantes de París? – pregunté.

Por F. Xavier


Extracto del libro "El Instante Pleno, París. Relatos de pasión, amor y erotismo. Cuadros de una Exposición", disponible en tiendas Amazon alrededor del mundo:




















Imagen 2: CANALETTO 'Piazza San Marco' c. 1730 Metropolitan Museum of Art, New York
Imagen 4: HAYEZ, Francesco 'The Kiss' c. 1859 Pinacoteca di Brera, Milán

http://es.wikipedia.org/wiki/Canaletto

Trattoria Chinellato
Indirizzo: Castello, 4227
Città, provincia e CAP: Venezia (VE) - 30100
Telefono: 041 5236025

The above images are faithful photographic reproductions of original two-dimensional works of art. The works of art themselves are in the public domain for the following reasons:
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martes, mayo 27, 2014

Emilia-Romagna!

Excelentes videos de Minubetrip para Turismo Emilia-Romagna, una de las regiones más bellas de Italia, y por supuesto, el paraíso para cualquier amante de los autos que se precie de serlo. Más información en Descubriendo Emilia-Romagna, una de las joyas de Italia, de Minube.







jueves, abril 26, 2012

Rutas del Vino Mexicano

Disfrute usted, querido lector, de este excelente video del Sommelier Pedro Poncelis Jr., en donde nos describe de una manera muy breve pero cordial el desarrollo que la región de los valles de Baja California ha tenido en los últimos años, así como algunos de los productos que se elaboran en esa región del norte de México con gran calidad. Es una invitación para recorrer la Ruta del Vino de Baja California en un Wine Tour que pronto tendrá lugar, y que organiza sommelierponcelis.com.

Interesante y muy agradable.




En http://www.sommelierponcelis.com/ puede usted encontrar mayor información sobre viajes y servicios que ofrecen los Poncelis, incluyendo su vino D'Poncelis...

Para saber más:
http://es.wikipedia.org/wiki/Valle_de_Guadalupe_(Baja_California)
http://rutadelvino.com.mx/ensenada/