miércoles, junio 19, 2024

Huevos revueltos a la James Bond

Una Alfa Romeo, Martinis, Salmón, Champagne Brut y UM546... "Los huevos revueltos nunca te defraudan" - Ian Fleming


Otra vida, la segunda, la imaginante, me llevaba a través de las calles de París aquella tarde. La suelas de mis zapatos, de cuero, me devolvían un sonido excesivamente fuerte como para poder lograr mi objetivo de pasar desapercibido; tal vez iba demasiado elegante para emprender una huida táctica (¿pero en que estaba pensado esa mañana?). La orilla del Sena se encontraba inusualmente callada, como si todo conspirará para que aquella amenaza de la cual no había sabido nada más que un código -UM546-y unos cuantos datos terribles lograra darme alcance. ¿Cómo había sabido de mi llegada? Solo podía pensar en un inside job, un soplón... 

Empero, me detuve a pensar en UM546; aquel código era temible, y su amenaza muy real. Enviaban artillería pesada. Aunque para mi solo representara un obstáculo externo.

Unos días atrás había considerado que mi misión era demasiado simple. Como agente del CESS ( Cuerpo Especial de Servicios Secretos ), una muy discreta organización instituida el 20 de enero de 1861 como brazo especial del Estado Mayor del Presidente de la República y paradójicamente un año antes de la Intervención Francesa, mi entrenamiento me calificaba en exceso para solo transportar un par de viejos libros hasta la antigua Lutecia (nada en especial para que un CESS de Alto Mando con TB los transportara, a mi parecer). Los dos libros en sí no parecían revestir la menor importancia. Eran dos tomos con el título de Histoire de la Conquête du Mexique escrita en francés por William H. Prescott, editado en París por Firmin Didot Fréres, Fils et Cie. en 1863. Dichos libros debían ser entregados en una dirección de la Rue Godot de Mauroy, cerca de la Opera. Al menos podría viajar sin efectivo mínimo, es decir, sin acompañante.

Había salido de Madrid dos días antes en mi hermosa Alfa Romeo Giulia GT Súper preparado por Totem Automobili, y tras haber recogido los libros sin mayor drama en el ropero del Museo Reina Sofía (y después de ver la exposición de obras de Juan Soriano más grande que había visitado), me dispuse a tomar unas pequeñas vacaciones de dos días por España y Francia. De hecho planee mi ruta con total libertad; hice una parada para dormir en Burdeos, parando también en Blois, para disfrutar de buenos caldos y pagar una visita al histórico Castillo del mismo nombre y de unas buenas baguettes tras la muralla de mismo.

Ya en camino, el manejo del coche se me antojó una delicia y saboreé la carretera como nunca antes, sobre todo navegando en el dorado atardecer en la campiña francesa siguiendo la ruta de los castillos del Loira, árboles y carretera teñidos de oro. Conduje sin ninguna prisa, el sol reflejándose en la pintura verde oscuro del largo cofre y filtrándose por el cristal del parabrisas, el tacto suave de la piel color tabaco y la solidez de la fibra de carbono expuesta dentro del habitáculo, la fría precisión de la palanca de cambio y el intoxicante sonido de esos 600CV, una increíble sinfonía mecánica que competía con el jazz de los altavoces (Aldo Romano, Louis Sclavis, Henri Texier, Enrico Rava, Gato Barbieri…) y los panes dulces y el café Malongo comprados en un café a la orilla de la carretera. Todo contribuía a a una sensación de inigualable placidez.

Llegué de noche a París, y con todo el tiempo del mundo, me fui a caminar por la ciudad helada, dejando el coche en un parking bajo el Louvre, aún con mi FN Herstal S-P90 IR reglamentaria en el fondo doble del maletero, llevando conmigo solo mi Heckler & Koch P7M13S con Karl Nills hechas a medida, bajo mi abrigo. Más tarde y después de un buen caldo bordelés degustado en un agradable restaurante con vista a la Notre Dame iluminada de noche, regresé en democrático autobús a Port de Bercy - los libros siempre junto a mi en una bandolera - y a mi poco lujoso hotel, a disfrutar del "glamour" verdadero de la vida de un agente secreto auténtico. Los libros debían ser entregados al anochecer del día siguiente.

Por la mañana desperté temprano y decidí vestirme ad hoc para una misión en París (todo a medida, es decir, pero con un toque continental - mais bien sûr-): traje gris a tres botones de Camps de Luca, camisa blanca a cuadros azules de tela Sea Island de Charvet de puño francés, gemelos con baño de oro hechos de los botones del traje de gala militar de mi padre, corbata de seda azul oscuro de la misma casa, pañuelo de bolsillo blanco doblado simétricamente de Simonnot-Godard, zapatos de Corthay color marrón y el reloj de pulsera Omega Seamaster vintage de los 50's de oro y acero de mi abuelo. Terminé el look con un sobretodo Crombie Coat gris carbón, unos guantes color café de cuero curtido y una bufanda gris oscuro, y como siempre he tenido una debilidad por los sombreros, rematé con un sombrero fedora (snap brim) también gris oscuro con banda marrón, al fin que la mañana fría me daba esa licencia.

Guardé mi P7M13S en la sobaquera incorporada en mi traje y coloqué los libros en un portafolio Goyard junto a mi purera de madera (conteniendo un puro Romeo y Julieta № 2, cerillos y cortapuros, para una fumada al atardecer tal vez en el Canal San Martin), y me dispuse a salir a la calle.

Tomé un Uber, el cual me llevó a Saint Germain; desayuné un croque monsieur con café en el café Les Deux Magots y me dirigí caminando hasta Les Invalides, al Musée de l'Armée para visitar una exposición de armaduras medievales y después al Louvre. Tras unas cuatro horas de visita por los aposentos del Empereur Napoleón III y de caminata en sus interminables galerías, un poco cansado salí con ganas de comer algo en PAUL, en los jardines de las Tullerias… Fue al cruzar la calle que divide estos de la pirámide del Louvre que noté su presencia. Al principio fue un atisbo, una sensación. Voltee descuidadamente y no noté nada inusual, lo que despertó en mí verdadera alerta. Desvié entonces mi camino con paso rápido y me dirigí al río, cruzando el Pont Royal y bajando las escaleras junto a la rivera para ir en dirección a Pont des Arts.

UM546 vino a mi mente. Las baldosas, la pared del malecón y mis zapatos eran demasiado ruidosos. En ese momento vi mi oportunidad y me encaramé de un brinco a un Batobus que justo zarpaba del Quai Malaquais con la correspondiente protesta del único ser viviente a mi alrededor, el cobrador. El barco estaba vacío. Pagué y me senté sin prisas. Nada ni nadie en las orillas parecía extraño o fuera de lugar.

Decidí bajarme en el Port de Solferino. No sentía amenaza alguna ya. Subí nuevamente unas escalinatas y me dirigí a las calles de Saint Germain. Caminé sin embargo bastante alerta, aunque no percibí, ni observé, nada inusual. Tenía hambre y gustosamente recordé que cerca de ahí mi viejo amigo Guy tenía un cafetucho muy snob en el cual servían mi plato preferido de agente secreto (Octroyez-vous un privilege!). Recordé que una noche de misión nocturna, mientras esperábamos agazapados tras el terraplén de una vía de trenes, decidí darle, para que incorporara al menú de su (en ese momento) proyecto de café parisino, la receta que el mismísimo James Bond recomendara a Felix Leiter en Nueva York, de la pluma de Ian Fleming en 1963:

*Scrambled Eggs 'James Bond'.
(para cuatro 'individualistas')

Ingredientes:
  1. 12 huevos rojos frescos.
  2. Sal y pimienta.
  3. 5-6 oz. de mantequilla fresca.
  4. Cebolletas finamente picadas (ó)
  5. Hierbas finas.
Instrucciones:
Romper los huevos en un tazón. Batir con un tenedor y sazonar al gusto. En una sartén de cobre pequeña fundir cuatro onzas de mantequilla. Una vez derretidas, agregar los huevos y cocerlos a fuego muy lento, batiéndolos continuamente con un batidor de huevos pequeño.

Cuando los huevos estén ligeramente más húmedos de lo que usted preferiría para comerlos, retire la sartén del fuego. Agregue el resto de la mantequilla y continúe batiendo por medio minuto, agregando mientras tanto las cebolletas o las hierbas finas. Sirva sobre un pan tostado a la mantequilla en platos de cobre individuales (solo para su presentación). Servir con champaña (Taittainger) Rosé y música suave...

P.D. Creo que en ocasiones es posible agregar crema en lugar de la ultima porción de mantequilla.

* Receta original de Ian Fleming, del escrito '007 en Nueva York', 1963. Traducción del Autor.

Llegué a Guy's, y tras saludar calurosamente a mi buen amigo, me sirvió el Martini seco correspondiente y el salmón ahumado escocés previos a los huevos revueltos (como lo dictaba el maestro Fleming); la música de jazz en efecto era suave… Me quité el abrigo, el sombrero y los guantes y desabotoné mi americana, poniendo mi portafolio con los libros sobre mi regazo y lo demás en la silla contigua. En un segundo más llegaba la champaña  -  un Moet & Chandon Brut Imperial -, que maridado con el salmón era bocado de reyes. 

Sin embargo, unos minutos más tarde y justo cuando me servían los huevos exquisitamente presentados, mi mirada reparó en unas muy altas zapatillas de piel de cocodrilo rojo oscuro y en unas bellas y largas piernas y breve cintura enfundadas en un traje Chanel azul claro a cuadros, frente a mí mesa. Subí la mirada solo para toparme con más dulzura en la forma de un busto pleno, maquillaje just so, unos ojos intensos y un cabello largo, oscuro y lustroso. UM546… (¿Realmente tenía que escalar esto tanto?) Mi pensamiento inmediato fue arrojar mis huevos aún calientes al rostro de aquella mujer exquisitamente vestida y usar la botella de Moet a manera de arma; pero por un lado se me antojaba un desperdicio tirar así mis huevos James Bond (además de que seguramente UM546 no estaba sola), y por otro yo siempre he sido todo un caballero…

Me levanté entonces retirando ligeramente el lado izquierdo de mi saco, sintiendo el peso de mi P7M13S justo donde lo necesitaba, dejé el portafolios pegado a la base de la mesa y cortésmente retiré la silla frente a mi. Con un ademán y un s'il vous plaît invité a mi formidable rival a sentarse a mi mesa, lo cual hizo con un grácil y elegantísimo movimiento. Levanté mi mano derecha e indiqué con señas a Guy (ex Shin Bet), un nuevo plato para mi visita ciertamente inesperada, seguro de que el platillo estaba a la altura. - ¿Champagne? -  pregunté.

Xavier H. Castañeda

En savoir plus:

* Scrambled Eggs 'James Bond':

Fleming, Ian, (1908-1964)
Quantum of Solace: the complete James Bond short stories / by Ian Fleming.

Boulangeries PAUL:

Armamento:

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